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Un café con Alfons Puigarnau: “Es urgente volver a conectar al arquitecto con el filósofo…”

“Es urgente volver a conectar al arquitecto con el filósofo…”

Entrevista con Alfons Puigarnau, Profesor de Pensamiento en la School of Architecture UIC Barcelona

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Alfons nace en Barcelona (1968) en el seno de una familia de empresarios. Estudia bachillerato de Ciencias y comienza la carrera de medicina en la UAB, pero al cabo de seis meses decide abandonar y empezar a estudiar Historia del Arte en la UB (1987-92). En su primer año asegura que no entendía bien lo que allí se explicaba, y que tenía la impresión de que se daba excesiva importancia al aspecto solamente formal de la obra de arte, por lo que decidió complementar su formación con la visión más analítica que podía ofrecerle la carrera de Filosofía.

Al finalizar ambas licenciaturas en cinco años, gracias a una visión más multidisciplinar, buscó utilizar conceptos filosóficos para hacer palanca hermenéutica sobre el mundo de la imagen artística. La mera pintura de un niño con una escoba entre las piernas era, en su imaginación narrativa, una meditación sobre el caballo de juguete, y podía ser Napoleón, Carlos V o el Quijote. ¡Qué diferencia –entonces– entre el formalismo positivista decimonónico y la frescura de semejantes interpretaciones simbólico-filosóficas! (E. H. Gombrich).

Tras obtener el Premio Extraordinario en la carrera (1993), comenzó a hacer su tesis en el área de Pensamiento de la UPF. Fue en ese momento cuando conoció al filósofo español Eugenio Trías y al esteta catalán Amador Vega, con quienes trabajaría entre 1995 y 2001. Aquella experiencia le enseñó a “pensar filosóficamente” y a interesarse por descubrir las relaciones entre el arte y la tradición neoplatónica occidental.

Desde el punto de vista docente, empezó a utilizar la tríada clásica de los trascendentales, Belleza, Bien Verdad, y enseñar a los estudiantes de humanidades cómo descifrar la aparente fragmentación del conocimiento mediante el trascendental Absoluto de la Unidad.

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Esquema de los Transcendentales del Ser.Alfons Puigarnau

Se doctoró en 1999 y empezaba, simultáneamente, a dar clase en la facultad de Humanidades de la UPF y en la School of Architecture UIC Barcelona, donde impartía Estética y teoría del Arte y Composición Arquitectónica. A partir de 2001 fue nombrado Profesor Adjunto con dedicación exclusiva en el área de Pensamiento de la UIC Barcelona.

Este hombre de aire cansado y mirada penetrante lleva casi veinte años hablando incansablemente a estudiantes de arquitectura sobre lo que hay más allá del espacio en apariencia solo físico y de las difíciles relaciones entre el pensamiento y la arquitectura de todos los tiempos. Publica constantemente sus meditaciones estéticas y nos mira con simpatía esperando nuestras atrevidas preguntas.

¿Qué dos conceptos o ideas son los que intenta transmitir a los futuros arquitectos?

Hagamos, para empezar, un esfuerzo por pensar de forma filosófica. Veamos.

Primero. La observación de los distintos seres que nos rodean lleva a pensar de forma racional que hay algo común a ellos: todos “son”. Al mismo tiempo, se observa también en ellos algo cada vez distinto y gradual a lo que llamamos “trascendental”. Hay tres trascendentales del Ser: la verdad, la bondad y la belleza, según diversos grados. Estos tres trascendentales van acompañados de un trascendental absoluto, la Unidad. Si cada uno de ellos fuera por su cuenta, sin la Unidad, el ser se desintegraría inmediatamente.

 

Paralelamente, las obras maestras de la arquitectura disfrutan del Ser de un modo particularmente intenso. Por ejemplo, la Bruder Klaus Field Chapel de Peter Zumthor (2005), que he podido visitar recientemente, es a la vez bella, buena y verdadera y, sobre todo, tiene unidad. Es la doctrina de los trascendentales del ser aplicada a un pequeño edificio que pertenece a la más rabiosa postmodernidad. Es urgente volver a conectar el trabajo del arquitecto con el del filósofo, la construcción del espacio con el discurso metafísico.

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Alfons Puigarnau en la Bruder Klaus Field Chapel de Peter Zumthor (2005)

Lo que intento transmitir a futuros arquitectos está basado en estos trascendentales que ya anunciaron Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Entre los pensadores modernos que de algún modo se ocupan de los trascendentales se encuentra G. W. Leibniz. En Kant también hay cierta mención de la herencia escolástica acerca de los trascendentales en su Crítica de la razón pura, donde habla de la filosofía trascendental de los antiguos y hace referencia a la proposición escolástica, «quodlibet ens est unum, verum, bonum». No cabe duda de que el modo kantiano de pensar los trascendentales influirá en la filosofía de Hegel donde las propiedades metafísicas del ente serán tratadas en su “Lógica”.

En base a estos conceptos, lo que me gustaría inculcarles es la importancia de la palabra y cómo aprender a saborearla, ya que la arquitectura es la Palabra que pronuncia el Espacio.  Hay edificios como el Panteón de Roma que lo expresan de forma paradigmática, de forma que su propio óculo representa la Palabra de la Razón.

Mientras, parece que en la arquitectura de Frank Gehry, Richard Meier e incluso Enric Miralles, la Palabra se ha dejado de pronunciar íntegramente, quedando reducida a monosílabos. En su desorganización formal armónica, el Mercado de Santa Catarina (1997-2005) se podría comparar a lo que ocurría en el cuento de Jorge Luis Borges La Biblioteca de Babel (1941), en la que cada 300 años un bibliotecario abre un libro al azar y encuentra una frase con sentido “¡Oh, tiempo de tus pirámides!”. Puede que pasen años hasta encontrar otra expresión legible. Así es como Borges explica lo que en mis clases llamaría una “crisis de la filosofía trascendental” que está repercutiendo de manera preocupante sobre el panorama actual de la arquitectura globalizada.

Segundo. Para mí otro de los puntos fundamentales en la formación del arquitecto es la educación del ojo.

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Imágenes en referencia al Ojo, izd. Matrimonio de Arnolfini, dcha. Fotograma de Blade Runner

Al arquitecto joven hay que enseñarle a mirar, hacerle entender en qué consiste proyectar. Y proyectar no es otra cosa que hacer el aire visible. En uno de mis cursos se relaciona la arquitectura y el suspense, para lo que analizamos la filmografía de Alfred Hitchcock y su conexión con la música de Bernard Herrmann. En esta simbiosis se analiza el suspense y su percepción, desde un punto de vista en el que la arquitectura es un crimen perfecto, donde el espacio ha de tener un punto de perversión que la haga emocionante.

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Fotografías izd. Edificio WA calle Muntaner 529 (2008), dcha. Josep Lluis Sert viviendas calle Muntaner (1931)

La arquitectura necesita un elemento de ficción, como por ejemplo el que encontramos en vuestro edificio de viviendas de calle Muntaner 529 (2008) donde Wortmann Architects despliega un lenguaje visual practicando una especie de ficción del edificio de viviendas Josefa López (1930-31) ubicado en la calle Muntaner 342, de Josep Lluís Sert. En los plafones de vuestra fachada se observa cómo habéis utilizado la proporción áurea, donde ésta se repite y a la vez se rompe. La belleza, escribe Edgar Allan Poe, es la ruptura de la repetición.

¿Cómo definiría o nombraría el estilo de nuestra época? ¿cree que se puede hablar de un estilo?

Su pregunta es muy difícil de contestar. Vayamos por partes.El Movimiento Moderno en arquitectura se caracterizó por la simplificación de las formas, la ausencia de ornamento y la renuncia consciente a la composición académica clásica. La Postmodernidad reacciona contra ese racional-funcionalismo, también llamado EstiloInternacional. Las formas y espacios funcionales y formalizados del estilo moderno se sustituyen por diversas estéticas: los estilos colisionan, la forma se adopta por sí misma y abundan las nuevas formas de ver estilos familiares y espacios. La arquitectura posmoderna también es definida como “neoecléctica” donde la referencia y el ornamento han vuelto a la fachada, en sustitución de los estilos agresivos modernos sin ornamentos. Este eclecticismo se combina frecuentemente con el de ángulos no ortogonales y superficies inusuales.

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Segunda demolición del edificio Pruitt–Igoe. Abril, 1972

Según Charles Jencks (El lenguaje de la arquitectura posmoderna, 1980), el fin simbólico del Movimiento Moderno y el tránsito al posmodernismo se produjo a las 15:32 del 15 de julio de 1972, cuando el complejo habitacional Pruitt-Igoe en St. Louis (USA), diseñado por el arquitecto Minoru Yamasaki en 1954, fue dinamitado por considerárselo un lugar inhabitable.

Hasta el crack de 2007 hubo un tipo de Postmodernidad que se ha dado en llamar “Arquitectura Icónica” en referencia al abuso visual en el que la deconstrucción en arquitectura ha ido incurriendo. Hasta entonces, el sistema de la arquitectura se fue nutriendo de un “Star System” de arquitectos que, mediante sus “iconos”, construían proyectos aplaudidos por una sociedad de masas admirada por el lujo y la banalidad.

Sin embargo, me parece que tras los excesos de esta arquitectura icónica se vuelve a las formas puras, con un aire más esencial; hay un retorno al racional-funcionalismo del período de Entreguerras. Esta vuelta a la esencia también se produce por una cuestión de tipo económico, también en el sentido de la sencillez en la ejecución de ideas complejas; se vuelve a la pureza del espacio y a ver la humanidad tal y como la mira el ojo. No me refiero aquí al ojo binocular, sino a un solo ojo, esa camera obscura que tiene un único punto de mira en su interior, donde encontramos la proyección de la realidad de forma invertida.

La arquitectura Moderna es ya un estilo clásico. También la Postmodernidad ha dado obras de arquitectura que, a pesar de su barroquismo, se han transformado en clásicos. Vivimos, indudablemente, un período de crisis cultural, donde yo denominaría al estilo predominante una especie de “Eclecticismo Retro-futurista”, es decir, una complicada mezcla de nostalgia por el pasado y de cierto miedo al futuro. Sin embargo, veo posible regenerar el discurso si somos capaces de abordar una reflexión seria que mezcle la permanencia de los Trascendentales del

Ser, la instrumentalidad de la tecnología y la universalidad de la globalización. El arquitecto deberá ser un hombre de acción pero, sobre todo, un gran pensador.

 

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Parte superior_dibujo explicativo del cambio de planta de la biblioteca de forma circular a forma elíptica, Alfons Puigarnau. Parte inferior_imágenes de la puerta de entrada ( MNEMOSYNE: del griego antiguo, personificación de la memoria) y el interior  de la Biblioteca de Warburg  fuente: www.abywarburg.com

¿Cuál es su próximo proyecto?

Pasaré seis semanas participando en el Seminario de la School of Theory and Criticism de la Cornell University (Ithaca, New York) titulado Seeing Madness: Insanity, Media, and Visual Culture. Allí vamos a utilizar como material base la Histoire de la follie de Michel Foucault. En este seminario vamos a trabajar en la construcción de un atlas visual de la locura, que irá colgado en una de las paredes de la Cornell University. Utilizaremos la noción de MNEMOSYNE que Aby Warburg, fundador de la historiografía moderna del arte, puso en marcha en su Kulturwissenschaft Bibliothek en la ciudad de Hamburgo en los años 20 del pasado siglo. Él representa la Modernidad en la planta de su Biblioteca que, en lugar de ser de forma circular es una elipse que tiene dos ojos, de forma que ofrece una visión caleidoscópica de la verdad a través de dos centros de curvatura. En realidad, plantea un nuevo modelo cultural basado en la mirada del historiador sobre la imagen. Va a ser fascinante.

El tiempo ha pasado volando. Cae la tarde y en las oficinas de Wortmann Architects casi todos se han ido marchando. Ya casi no queda café y, sin darnos cuenta, Alfons ha ido tocando un montón de temas que nos inquietaban. Muchas de las preguntas que habíamos preparado no hemos podido hacérselas, pero en realidad nos las ha contestado todas. Hemos disfrutado pensando juntos, charlando tranquilamente de tantos temas.

Muchas gracias, Alfons.

Gracias a vosotros. Me he sentido muy a gusto. Nos veremos pronto.

 

 

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